A mediados de marzo de 2015, Antonio Serrano, presidente de Jerónimo Martins Agroalimentaria (JMA) −una nueva unidad de negocio orientada a la producción láctea, ganadera y acuícola que el grupo portugués de distribución alimentaria Jerónimo Martins estaba poniendo en marcha- se enfrentaba a la difícil decisión de seguir adelante –o no– con la inversión de más 40 millones de euros para la compra, modernización y ampliación de la planta de producción láctea de la cooperativa Serraleite. Prácticamente ninguna de las asunciones que se habían considerado a la hora de apostar por la inversión directa del Grupo en producción láctea se estaban cumpliendo. En las últimas semanas los precios de la leche, lejos de seguir la tendencia esperada, se estaban desplomando. Las causas se achacaban a varios motivos: el bloqueo ruso a las importaciones de leche de la Unión Europea (derivado de las sanciones de ésta a Rusia por el conflicto con Ucrania); la recesión en China y la reducción de sus importaciones, y, en tercer lugar, la tendencia a un menor consumo de leche tanto en Portugal como en el resto de países europeos.
Su experiencia como Ministro de Agricultura de Portugal le había permitido ver desde una posición privilegiada la complejidad del sector agrario, especialmente en su país. Ante esto, se preguntaba: ¿debemos seguir adelante con esta inversión en la planta láctea que parece no va a poder cumplir las expectativas de rentabilidad que nos habíamos propuesto? A su vez, con una visión más amplia, ¿es realmente adecuada la estrategia del Grupo Jerónimo Martins de entrar en la producción?