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La dignidad de Piolín


Es difícil adivinar si "el astuto" Mas, como él mismo se calificaba, era capaz de imaginar semejante debacle. El resultado del procés, que él mismo inició arrogándose del papel mesiánico de iluminado libertador del oprimido pueblo catalán con Homs com escudero es, por ahora, devastador: más de medio exgovern en la cárcel y el resto, encabezado por el expresident, fugado del país. Y esto sólo acaba de empezar...

Y no será por falta de avisos... Ni por falta de paciencia... De hecho, Rajoy ha debido de hacer suyo el dicho de W. Prescott de que "en cualquier contienda entre el poder y la paciencia, hay que apostar por la paciencia". Ya hace muchos años que el Estado ha consentido a los pasados governs, es sus distintas composiciones, la desobediencia directa de resoluciones judiciales en materias sensibles para los ciudadanos como la inmersión lingüística o la educación. Muchos años. Hizo falta la llegada del expresident Mas, ahora inhabilitado, para que se apretara el acelerador de las exigencias independentistas con enfrentamientos directos y continuos al Estado y los Tribunales de Justicia. Y, cual menor consentido, los governs han ido aumentando la cantidad e importancia de sus reclamaciones con el paso del tiempo, hasta pedir la independencia. Pero sin dejar la casa; más bien solicitando que sea el Estado quién libere la parte de la vivienda que cree que le corresponde y, de paso, se la ceda libre de deudas... ¿cabe imaginar tal desatino?


Avisos.... Innumerables. De dentro y de fuera de la Generalitat. Desde el Consell de Garantíes, políticos nacionales e internacionales, miembros del Gobierno, Rey, etc... ¡Hasta Donald Tusk, presidente del Consejo de la UE, solicitó formalmente al ahora fugado expresident que acatara el orden constitucional y no tomase decisiones que hicieran el diálogo imposible! Invitaciones al diálogo que se contestaban, por parte del govern, con la imposición de incluir en el orden del día acordar la fecha de un referéndum abiertamente contrario al orden constitucional.

Hemos sido testigos de los "logros" del exgovern: un pueblo, el catalán, no sólo dividido, sino abiertamente enfrentado; con ciudadanos acosando a las fuerzas de orden público; con tumultos favorecidos desde las mas altas instancias políticas de la Comunidad Autónoma; con miedo a perder sus puestos de trabajo; ¡e incluso sus ahorros!; ciudadanos que han visto como todo aquello que se le había prometido era, simplemente, falso: desde el "no habrá salidas de empresas de Cataluña", "las inversiones privadas se incrementarán con la proclamación de la República", hasta el prometido acogimiento que la UE dispensaría a la nueva república; un desastre....


Ahora, con medio exgovern encarcelado, tanto el fugado expresident como distintas fuerzas independentistas claman por la liberación de lo que llaman presos políticos: ¡como si en España los hubiera! Y por la dignidad de los encarcelados por incumplir la ley... ¡como si la dignidad fuese predicable solo de aquellos, y no de las fuerzas de seguridad del Estado que permanecen alojadas de manera forzosa en el "barco de Piolín", tras sufrir innumerables escraches del independentismo, mientras incluso se les negaba el abastecimiento del buque!. Claro, que ésta última dignidad debe de ser de orden menor: algo así como "la dignidad de Piolín"...

Exigen la liberación. Del exgovern y de los Jordis. Sin parar a pensar, como tantas veces se avisó, que una vez que la Justicia empiece a andar (momento en que se acaba la posibilidad de benevolencia por parte del gobierno de España) será ella, y solo ella, la que dictamine el final del procés. Como es lógico en un Estado de Derecho en el que existe la separación de poderes. Algo impensable, quizás, en el estado imaginario con forma republicana que contemplan independentistas y populistas, mas parecido a Venezuela que a cualquier país de la UE...



¿Se podía haber evitado? En cada uno de los cientos de ocasiones en las que se ha apelado al diálogo; en la oportunidad ofrecida de explicarse en el Parlamento; incluso en la posibilidad ofrecida de convocar elecciones, que dejaron escapar, quién sabe si como reacción a la presión de los antisistema, o por reacción del ego del president al oir los gritos de "traidor" que se colaban por las ventanas del palau de la Generalitat. Sin ir más lejos, el fiscal Maza aseguraba que los ahora encarcelados tuvieron la oportunidad de evitar la prisión acatando en la Audiencia Nacional el orden constitucional y negándose a delinquir. Pero no quisieron, prefieriendo una suerte de martirio mediático.

En un estado de derecho, la justicia no puede dejar de actuar una vez que se le solicita. Los delitos imputados son muy graves; la desobediencia a las sentencias, continua; medio exgovern se encuentra fugado y los encausados y las fuerzas adyacentes se reconocen aún legitimados y dispuestos a no acatar las leyes... ¿qué se esperaba que hiciese la magistrada? Los únicos responsables de la situación que ahora atraviesan son los políticos que forzaron ese continuo incumplimiento.

Con el protagonismo político perdido tras la convocatoria de elecciones por Rajoy y arrastrando la imagen de Cataluña y de España por el extranjero sin encontrar "un perrito que le ladre", el expresident es lo más parecido a un alma en pena. Incluso se ha convertido en un elemento molesto para el gobierno belga que, por ahora, lo trata como un ciudadano más de visita en el país.

Decía Edmund Burke que "hay un momento límite en el que la paciencia deja de ser una virtud". Y es posible afirmar que Rajoy ha evitado los enfrentamientos, hasta el límite. Ahora actuará la Justicia. Es de desear que esa actuación no afecte a las elecciones convocadas de forma que pueda distorsionar las coaliciones o un posible resultado. O Rajoy se encontrará con unas navidades complicadas.