Afirmaba Confucio que “gobernar es rectificar”. Sin duda, el gobierno presidido por pedro Sánchez ha debido central en las enseñanzas del sabio chino su línea de acción pues, en los pocos meses que lleva de legislatura, no son pocas las rectificaciones que ha realizado.
El primer quiebro lo efectuó con su promesa de convocar elecciones anticipadas cuanto antes, según el mismo Pedro Sánchez defendía en su discurso de la moción de censura a Mariano Rajoy. Pronto cambió el discurso y comenzó a defender agotar la legislatura. A continuación, continuas rectificaciones en materias como la inmigración ilegal, la reforma constitucional, la defensa del juez Llarena, el uso del Valle de los Caídos, la conveniencia del cambio de hora, la aprobación del sindicato de trabajadoras sexuales –que ha costado el puesto a la directora general de trabajo-, y últimamente las versiones contrapuestas en relación al impuesto a la banca –transformado casi por arte de magia en una recuperación de la Tasa Tobin-, el impuesto al diésel, la reforma del IRPF, la tramitación de la reforma de la Ley de Estabilidad como Real Decreto-Ley, etc… Me recuerda al dicho de que “no hay buen viento para el que no sabe dónde vá”…
El curso político se presenta complicado. Sánchez sabe que no tendrá presupuestos para 2019 a tiempo. Seguirá gobernando con los de Rajoy hasta bien entrado el próximo año, a pesar de la agitación del fantasma de las elecciones anticipadas. Si bien, de convocarse, posiblemente sería el menos perjudicado de todos los partidos según las encuestas, no veo al presidente con ganas de afrontar el riesgo de un abandono prematuro de la Moncloa. Por otra parte, la aprobación de presupuestos, incluso tardía, exigiría mantener la mayoría que le llevó a la Moncloa, cosa difícil si tenemos en cuenta que habría que contentar a Podemos, PNV y a los independentistas ERC y PdeCAT, en una suerte de circo de tres pistas difícil de coordinar. Ningún gobierno puede estar seguro largo tiempo sin una formidable oposición, y la de Sánchez está demasiado fragmentada. Unos ejemplos tributarios: mientras Podemos exige la reforma del IRPF incrementando la tributación de las rentas altas, los independentistas catalanes ya han anunciado su oposición al cambio; la sustitución del impuesto a la banca por un impuesto a las transacciones financieras no gusta a Podemos pues supone que, de nuevo, sean los ciudadanos los que soporten de forma directa el incremento de la tributación, y no los bancos; la imposición al gasoil, de nuevo, será soportada por los ciudadanos poseedores de vehículos que utilicen dicho combustible, que son una inmensa mayoría –los deportivos y coches de lujo no se suelen caracterizar por el uso del gasóleo-… Claro que ¡siempre se podrá rectificar de nuevo a última hora!. Y todo lo anterior con un 2019 electoral de por medio….
Una de las materias más complicadas a las que tendrá que hacer frente el actual gobierno, con los requiebros que pueda de por medio, es el secesionismo catalán. Al descaro mostrado en el pasado por los expresidentes Mas y Puigdemont, la huida de la justicia significados políticos catalanes, la prisión preventiva de otros, etc… hay que unir los continuos desplantes de Torra –nombrado a dedo para la ocasión- mientras el Gobierno de la nación mira hacia otro lado, consciente de que su grupo parlamentario les debe el acceso a la Moncloa y necesita de sus votos en el Congreso para permanecer en el poder. Lo que sí es una novedad más que preocupante y puede condicionar una salida al conflicto que ahora ni siquiera prevemos, es que el enfrentamiento se está trasladando de forma abierta a la ciudadanía.
Si decía Concepción Arenal que “son menos nocivos a la felicidad los males que el aburrimiento”, confieso que a mí, como a muchos españoles de acuerdo con las encuestas, me empieza a aburrir tremendamente el tema catalán. La falta de decisión del Gobierno de Sánchez y las continuas cesiones ante el independentismo –la nueva oferta de un “referéndum de autogobierno” parece un desesperado intento por buscar una postura intermedia donde no parece que quepan medias tintas- acabarán minando el Estado de Derecho.
Si, como afirmaba Confucio, gobernar es rectificar, el Gobierno está demostrando una agilidad inusitada en su desempeño. Pero conviene no olvidar a Canalejas, que afirmaba que “la agilidad es una excelente condición para subir a los árboles, pero no para gobernar a los pueblos”. Un poco de claridad en las líneas de acción futuras serían de agradecer ante el escenario que se avecina.