Unos padres de familia que acaban de vestir, dar de desayunar a sus hijos, y llevarlos al colegio, dicen: bueno, ahora por fin nos vamos a trabajar. Lo cual no deja de ser asombroso. Puede incluso que cansados, decidan contratar a alguien que les ayude a hacer eso mismo que ellos hacían hasta entonces, en cuyo caso puede suceder que ese nuevo “empleado del hogar” realice dos veces la misma función, una vez en su propio hogar, y otra en un hogar ajeno, pero sólo en este último caso trabaja, en el sentido vulgarmente aceptado. He querido comenzar con este ejemplo para poner de manifiesto que hay una cierta confusión sobre el sentido del trabajo, y que no es nada sencillo definir que sea eso que llamamos trabajo. La realidad es que sólo muy recientemente se ha empezado a prestar atención al verdadero sentido de ese concepto. Algo que desde su primera aparición en el seno de la moderna economía no ha parado de evolucionar.
D. Miguel A. Martínez-Echevarría, Catedrático Emérito de la Universidad de Navarra.
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