La historia empresarial de la familia Simões era semejante a la de muchos otros transportistas que, a partir de la compra de un camión, habían creado pequeñas sociedades y progresado durante una serie de años; en cualquier caso, bastantes de ellos se habían quedado en el camino, al no lograr la rentabilidad imprescindible o al haberse agotado la capacidad de riesgo en un sector que sufría fuertes vaivenes y en el que era difícil la profesionalización de la gestión. José Luis Simões, su presidente, pensaba que el gran cambio que se había producido en estos años era el aumento de poder de los clientes. Especialmente la gran distribución y las multinacionales querían siempre servicios diferentes y bien ajustados a sus necesidades; no era fácil seguirles y, de hecho, muchos colegas se cansaron de los problemas y prefirieron venderse a otros o dejarse consumir. Cuando los hermanos Simões decidieron trabajar con los grandes clientes del país, José Luis pensaba que habían elegido el camino del no retorno; de ahí que el sector de la logística resultara imprescindible, con todo lo que llevaba en términos de inversiones en instalaciones y sistemas de información. Ahora, de hecho, Simões era un grupo logístico con servicios de transporte. Todo ello exigía una dimensión superior y ese era el reto inmediato de la empresa. Por otra parte, José Luis tenía fundadas esperanzas de que los tres hermanos Simões iban a acertar en la operación de traspaso de la empresa a los miembros de la tercera generación familiar, pero no sería tarea fácil.